Novias y donjuanes

La novia cadáver es la última película de Tim Burton, un realizador que nunca pasa desapercibido, pues sus mundos están siempre poblados de personajes extravagantes.
En este filme aborda, retomando la técnica stop-motion que ya usó, junto con Henry Selick, en Pesadilla antes de Navidad, un relato corto ruso de homónimo nombre (que podéis leer aquí).
La novia nos devuelve al mundo de estética gótica de Burton, después de que éste, lejos de abandonar su mundo de fantasía, optara por rodar filmes menos macabros como Charlie y la fábrica de chocolate o Big Fish.
Y sin embargo, Corpse Bride cuenta con su propio mundo de colorido: el mundo de los muertos, alegre y divertido, y contrapuesto a la gris y anodina vida de la Inglaterra victoriana del siglo XIX. Quizá algo similar, aunque a la inversa, a lo que ya ocurría en Eduardo Manostijeras, en donde la gente respiraba en un mundo de color, mientras que Depp, su actor fetiche, se refugiaba en una oscura mansión.
De hecho, en este proyecto se vislumbran claramente elementos y guiños a Eduardo Manostijeras, pero también a Beetlejuice (en la escena de la cena con la aparición de los muertos), su corto Vincent, la prodigiosa Pesadilla, y también Dumbo (en la increíble escena de la borrachera y los elefantes de colores).
Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, La novia cadáver acaba cayendo derrotada sin duda en la inevitable comparación con el filme de Selick de 1993. Pesadilla antes de Navidad cuenta no sólo con un guión mucho más elaborado, complejo y original, sino también con un apartado musical mucho más memorable.
¿Convierte eso a Corpse Bride en una mala película? En absoluto. Es otra gran aportación al cine de animación, mundo que comienza a adolecer de productos clónicos o faltos de imaginación (Dreamworks nos daría, en este sentido, para otros cuantos párrafos), pero al igual que James y el melocotón gigante (otra de Selick) se queda en un filme un tanto infantil y con menor profundidad.
Sale beneficiada, claro está, de los avances técnicos, por lo que a nivel visual está mucho más pulida que Pesadilla, aunque personalmente me quedo con el tenebroso mundo de Jack Squeleton.

Animado por su vecino, Don emprende un viaje por Estados Unidos tratando de descubrir quién puede ser la madre de su hijo, basándose sólo en los pocos datos que le proporciona la misiva: un papel rosa y el hecho de estar escrita con máquina de escribir. Sin mucho entusiasmo, seguramente por miedo al pasado, con un ramo de flores se va enfrentando a sus relaciones rotas.
Sin embargo, Flores Rotas no es una comedia tranquila del estilo de Life Aquatic; sino más bien un filme del estilo de Lost in Translation, la magnífica película de Sofia Coppola con la que no hace mucho me reconcilié tras verla de forma más pausada.
Es decir, Flores Rotas corre el riesgo de desilusionar profundamente a todo aquél que acuda al cine con la intención de reír a mandíbula batiente o ver la trama avanzar con un buen ritmo. En seguida se descubre que el filme va más allá de conformarse con eso, y fluye lentamente por las relaciones pasadas, viendo cómo cambia la vida y dejando una gran pero brillante duda al final. Un desenlace, y una película, para espectadores inteligentes.
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