.: bitácora de xmooth

24 noviembre 2006

Una Verdad Incómoda


El fenómeno de los documentales sigue en alza en Hollywood; aunque parece que sólo los demócratas han sabido sacar provecho del fenómeno desatado por Michael Moore. Ésta vez de hecho, lo hacen en primera persona, pues es el otrora vicepresidente de EEUU, Al Gore, quien hace uso de las más sofisticadas técnicas audiovisuales para sacar adelante un largo documental (100') sobre medio ambiente que nos alerta de los peligros del calentamiento global que el ser humano está provocando.

No hay que asustarse si Una Verdad Incómoda (David Guggenheim, 2006) se revela desde su inicio como una larga -aunque ágilmente llevada- conferencia sobre cambio climático conducida en todo momento por el candidato presidencial demócrata del año 2000. A pesar de que por aquél entonces su frialdad pudo echar atrás a algunos de sus votantes, Gore hace sus esfuerzos por mantener un ambiente distendido y en ocasiones hasta se suelta con algunas bromas y pullas contra la actual Administración. Para desengrasar, de vez en cuando, Gore también introduce pequeños fragmentos personales de su vida, a cada cual más emotivo, que sin duda le permiten conectar con un público americano por lo general poco dado a los temas medioambientales, consiguiendo además imprimir una huella muy personal a la apuesta ecológica que supone la cinta.

Si Una Verdad Incómoda no se acaba convirtiendo en un interminable mar de cifras, datos y explicaciones técnicas es gracias al inteligente uso de la infografía que despliega. Gore se presenta ante su auditorio junto a una enorme pantalla en la que da rienda suelta a elaborados gráficos interactivos que no sólo se encarga de mostrar sino con los que incluso se permite el lujo de jugar (no tiene precio el momento en el que sube a un gran elevador para mostrarnos la parte más alta de un gigantesco gráfico sobre los niveles de CO2 en el planeta).


Pero incluso cuando los fríos 'gráficos de fiebre' pueden amenazar con volverse cansinos para el espectador, Gore aprovecha para abrir los ojos a su público con sorprendentes y a menudo escalofriantes comparativas fotográficas que demuestran la mella que el calentamiento global ya ha provocado en numerosos ecosistemas. Incluso no duda en coger un submarino nuclear y plantarse en persona en la Antártida para mostrarnos la fragilidad de los casquetes polares, o mandar a su equipo a sobrevolar en helicóptero tanto las selvas tropicales como la tundra rusa.

Gore no deja de utilizar, como ya hiciera Moore en su Bowling for Columbine, imágenes de archivo que el público americano puede reconocer fácilmente. Así cuando quiere aproximar el tema a los más jóvenes, echa mano de algún fragmento de Futurama; mientras que cuando ve necesario apelar al orgullo herido de su patria, rememora la desolación del Katrina a su paso por Nueva Orleans.


Lo cierto es que poco se le escapa al ex vicepresidente: mapas que muestran tanto los porcentajes de contaminación por continente como las corrientes marinas; simulaciones de inundaciones por la subida del nivel de los océanos; comparativas de niveles de emisión de dióxido de carbono, temperaturas o producción de automóviles; documentos desclasificados; numerosas fotografías de la Tierra desde el espacio o a ras de suelo; explicaciones gráficas de cómo se han alterado los nichos ecológicos; e incluso pequeños vídeos animados completan la amplísima y cuidada propuesta audiovisual que Gore utiliza para llegar al espectador y hacerle plenamente consciente del problema. Para los políticos, asegura, es fácil ignorarlo mientras no esté en boca de sus votantes.

El realizador David Guggenheim ha conseguido elaborar un inteligente, profundo y ameno documental, cuidado al máximo en sus aspectos formales, bien compensado para evitar caer en la aridez, y que nadie debería dejar de ver si queremos incrementar la conciencia global respecto a un problema que nos afecta a todos.

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