La ciencia del sueño

Después de un interminable periodo de exámenes, gripes, catarros y trabajos, por fin he podido volver al cine. Y ha sido uno de mis directores fetiche, Michel Gondry, el que me ha recibido con un filme recién estrenado: La ciencia del sueño.

Es difícil tratar de explicar de qué trata su última película, como lo es intentar explicar en pocas palabras de qué va Eternal Sunshine of the Spotless Mind. Quizá porque sus obras se centran más en intentar transmitir sensaciones y sentimientos aletargados en nosotros.

En realidad, La ciencia del sueño es un sueño en sí misma. Un sueño que te transporta al alocado universo de celofán, cartón y algodón de los videoclips de este genio de imaginación desbordante.


No sabría decir si se disfruta más de la película sin haber visto nada del director (descubriéndolo por primera vez) o al revés, habiéndolo visto casi todo. Yo, que estoy en el segundo grupo, he encontrado referencias constantes a toda su obra, incluyendo su etapa como director de algunos de los mejores vídeos musicales de Björk. Ahí estaban el asombroso estilo visual de Human Behaviour, la narrativa metalingüística de Bachelorette, la obsesión por el sexo de Human Nature o la incursión en los recuerdos de Eternal Sunshine.

Y es que a través de sus increíbles juegos visuales, Gondry va hilando esos recuerdos, sueños y ensoñaciones, mezclando lo onírico con lo amoroso, y dejando entrever que todo ello en realidad está hecho de la misma materia extraña y fascinante.

Gondry en esencia pura.