Se despidió finalmente la 62ª edición de la Mostra de Venecia, en la que se han mostrado proyectos muy interesantes tanto dentro como fuera de concurso. Algunas, como
Cinderella Man, ya están en nuestra cartelera, y otras seguramente tardarán en llegar más de lo esperado, pues no es ninguna sorpresa que algunos de los filmes que reciben premios a veces no llegan a nuestros cines incluso hasta un par de años más tarde.

El certamen de este año ha contado con
propuestas tan interesantes como
Buenas noches y buena suerte, de George Clooney (segunda película como director del famoso actor, tras la más que interesante
Confesiones de una mente peligrosa) otra muestra más de cine arriesgado y comprometido en tiempos maniqueos en Estados Unidos, en los que decir las cosas como son conlleva ganarse la etiqueta de antipatriota. Clooney demuestra que los fantasmas de la historia reciente están hoy muy presentes.
Buenas noches y buena suerte se ha llevado el reconocimiento al mejor actor: la Copa Volpi este año ha ido a manos de David Strathairn, que encarna al famoso Edward R. Murrow, un periodista de la CBS que se atrevió a desafiar al propio McCarthy y su caza de brujas en los 50. Además, Clooney también logró la "Osella" al mejor guión y el galardón de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica.
Sin embargo, ha sido otra historia igualmente comprometida la que se ha llevado el León de Oro en Venecia:
Brokeback Mountain, dirigida por Ang Lee e interpretada por Heath Ledger (
Monster's Ball,
Los hermanos Grimm) y Jake Gyllenhaal (
Donnie Darko,
El día de mañana).
Ang Lee vuelve a tocar la temática de las relaciones homosexuales; como ya hizo en 1993, con su segundo filme
El banquete de boda (comedia ganadora del Oso de Oro de Berlín). En aquella ocasión un taiwanés homosexual afincado en EEUU trazaba una boda de conveniencia con una mujer china, para que -por una parte- ella lograra la nacionalidad, y él de paso aparentara delante de sus padres lo que la tradición obligaba. Sin embargo, los padres se involucraban demasiado en el asunto al empeñarse en organizar el banquete.

Pero volviendo a
Brokeback Mountain: Lee se adentra más en el tabú para narrar la historia
prohibida de amor y deseo de dos vaqueros de Wyoming a lo largo de dos décadas (a partir de 1963), retratando de paso a las gentes de aquella América profunda.
Basada en una novela corta (64 páginas) de Annie Proulx,
Brokeback Mountain indaga en las emociones y sentimientos de una forma sincera, sin atender a falsas polémicas, aprovechando quizá que seguramente la sociedad está ya suficientemente madura para dejarse de titubeos. Por eso, ya le llueven piedras de los críticos más conservadores, lo que siempre es bueno.
La descripción que hace Ang Lee a lo largo de dos existencias trágicas de los apasionados encuentros de estos dos vaqueros, su complicidad, el compartido sentido lúdico, su cruel separación en nombre de las apariencias, las convenciones y la tradición [...], el engaño sentimental y social con el que planifican sus vidas, sus dolorosos fantasmas, sus incertidumbres, su terror, su violencia interna, la permanente necesidad del amante lejano, sus sucias salvaciones cotidianas, sus catarsis involuntarias o deseadas, su degradación moral, su impotencia, su envejecimiento.
Lleva el sello del gran cine, ése que no necesita subrayar los sentimientos, ni vender carnaza, ni lanzar discursos, ni moralizar, para hacerte comprender y sentir lo que le ocurre a los personajes. Es una narración inteligente, turbadora, sin trampas, magníficamente ambientada e interpretada al servicio de un tema espinoso, una apuesta resuelta con arte de primera clase.
- Carlos Boyero, elmundo.es
Etiquetas: cine