Con el mono pancarteril

Sólo hay algo más de moda que los referéndums... No, no son las pulseritas de colores. Son las manifestaciones.

Hoy el PP ha decidido que también apoyará la que se celebrará el próximo sábado en contra del matrimonio homosexual, después de hacer lo propio con la de hace dos semanas contra la política antiterrorista del Gobierno, y la del traspaso del Archivo de Salamanca que aún colea.

Se ve que le han pillado el gustillo, a pesar de que en su día nos aborrecieran a los que protestábamos en la calle contra la guerra de Iraq. Si es que nada como sentir el espíritu pancartero. El propio Acebes no puede con el mono y está más enganchado que un yonki: ahí, una tras otra, seguro que no falta a la próxima.

Todo esto me lleva a recuperar unos fragmentos de otra magnífica columna de opinión de Juan José Millás, publicada el pasado viernes 10 de junio en El País. Como de costumbre, mordaz y acertada.

Bienvenidos

Querido Partido Popular: bienvenido a la puta calle, a la pancarta, a la rima poética ingeniosa ("Dónde está / no se ve / al cabrón de Zetapé"). Dios quiera que le hayas cogido el gusto y vuelvas pronto porque la calle, contra la doctrina de Fraga [...], es de todos. [...]

Temíamos, querido Partido Popular, que Aznar, en coherencia con su pensamiento filosófico y su rigor mortis, no pudiera salir. Por eso nos dio tanta alegría distinguir su Lacoste entre la multitud. Allí estaba, sí, hecho un pincel, detrás de una pancarta, como un verdadero radical. No sabe cómo le agradecemos que haya logrado radicalizar también a los blandos de Acebes, de Zaplana, de Rajoy; que haya logrado movilizar a la Conferencia Episcopal, desde cuya emisora de radio, hasta ayer mismo, no se escuchaban más que mensajes de paz bobalicones. Bienvenidos a la subversión, queridísimos obispos. Qué alegría este reconocimiento tardío de la calle, este milagro. [...]

Lo que estaría bien, querido Partido, es que ahora te retractaras de las cosas horribles que decías, hace apenas unos meses, de quienes salían a la calle, de quienes desfilaban detrás de las pancartas, de quienes coreaban consignas. No esperes 300 años, que es la media de la Conferencia Episcopal, para pedir disculpas. [...]